viernes, 15 de noviembre de 2019

Un señor mayor tiene miedo

Un señor mayor - un viejo,vamos - andurrea de arriba pabajo por su balcón. Antes sería campo, infinito, inabarcable. Ahora tenemos más, pero es más abstracto e inasible y preferimos quedarnos en nuestro roal, que diría mi madre. Mecago en los putos indies. Si yo fuera ese señor, diría eso. Ese señor está hasta los cojones, y se tiene que quedar en su balcón, meneando sus articulaciones porque no le queda otra. Le da miedo la calle que no entiende. Está esperando al día que no tenga que aguantar tanta tontería.

Antes el miedo era una cosa seria, con peso. Ahora cualquier jipi con un termo nos acojona. Bendito sea. Lo que daría por vivir en una época donde el miedo fuera una cosa respetable. Lo que daría por ser un hombre de Neanderthal huyendo de un tigre de dientes de sable, como en Ice Age. Quiero ser un animal de Ice Age. Es una hipérbole, claro. Una exageración. Me encanta tener Netflix y dormir con edredón en vez de con pieles disecadas (imagínate lo incómodo que tiene ser que se te claven los pelillos tiesos de un mamut mientras intentas un conciliar el sueño en tu cueva). Pero el miedo, ese miedo ubicuo, latente; miedo por dentro en vez de por fuera. Eso es lo que peor llevo. 

Quizás no un cazador-recolector, sino más bien un señor mayor, que tenga miedo del mundo, es lo que me gustaría ser. Para que el miedo de fuera se coma al de dentro y me deje vivir en paz un rato. Un miedo saca a otro miedo.




 

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