miércoles, 12 de diciembre de 2018

A partir de aquí

Fue así como, de lugar común que se había acostumbrado a transitar con zapatillas de andar por casa, su recuerdo pasó de repente a ser un callejón oscuro que siempre intentaría evitar, especialmente por las noches. De todos los momentos que compartieron, sólo se atrevió a guardar uno. Tiró los demás por la ventana, cercenando su memoria hasta que la convirtió en la misma extraña, tan lejana ya, que lo recogió aquel día en la esquina de siempre (la que se convertiría inesperadamente en la esquina de siempre). 

Aquella tarde recorrieron con silencio entrecortado el camino que él desandó una y otra vez años después, ya sin ella. Iban muy lentos, como funambulistas cuidadosos de no pisar fuera de la fina línea que unía sus dos mundos, todavía distantes en ese momento, mutuamente ajenos. Hablaron de temas universales, más por miedo de saberse extraños que por verdadero interés. Los nublos del día se convirtieron en sustancia metafísica, compuesto su gris por las partículas elementales que determinan la felicidad de la persona. Pero no llovía. Se paraban quietas las nubes como conteniendo el aliento. 

Él, nervioso, decía que "diciembre este año venía mojado y triste" cuando lo que realmente quería era preguntar si en aquel momento le amaba ya para toda la eternidad. Ella, desconfiada de su corazón ciego, asentía respondiendo que echaba de menos "los inviernos de sol frío" en vez de decir que más o menos, que lo que pasaba más bien es que se sentía eterna cuando le quería por momentos. No era el silencio entre ellos el incómodo, sino más bien los suyos propios, sus silencios respectivos, en los que se magnificaba la resonancia del choque oxymorónico entre las palabras "verdad" y "amor". 

Llegaron al portal como arrastrados por una marea de preguntas sin respuesta. Lo invitó a pasar primero, algo que a él le pareció inimaginable, aunque no sabía muy bien por qué.Que sí. Que no. Que qué estamos haciendo. Pues eso. Pasó ella, tensa como una isobara, señalando el inequívoco camino escalera arriba con un brillo cada vez más tenue y vacilante.Una vez llegados al piso certero, abrió la puerta, con la tentación de cerrarla tras de sí mordiéndole la oreja. No podía más. Se giró y le miró a los ojos. Detrás de ella, acumulados en una estantería, estaban todos los secretos que guardaba en formol y que nunca nadie había visto hasta ese momento. Ni siquiera ella se había atrevido a abrir  muchos de ellos aún. Lo miraba con intensidad mientras comenzaba a desvanecerse. Él se quedó así, mudo, observando cómo ya no iba siendo lo que hasta hace un momento había sido. Antes de desaparecer completamente, sólo le dijo: "A partir de aquí".

Durante años siguió frecuentando aquel lugar, inspeccionando una a una las conservas almacenadas. Pringaba su brazo hasta el codo en busca de un atisbo de las nubes grises, de aquel invierno sin soles fríos. Retiraba armarios y muebles, buscando en el suelo la línea de partida que le indicara ese "a partir de aquí".

Con el tiempo se rindió y, claro, se desvaneció también. Sólo quedaron un par de tarros de cristal que nunca nadie se atrevió a abrir.



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