martes, 11 de febrero de 2020

Cicatriz

El sexo es tormento, dolor y soledad, una rémora animal de la que no se puede escapar. Además, por muchos disfraces que se le pongan, el sexo es... sexo/ pág. 85

Con el tiempo me he ido curando de mi apetencia adolescente por lo extravagante. Cada vez valoro más la sobriedad como recurso de transmisión. Hay que dejar que resuenen los hechos, brutos, sin pulir. Tapar el eco del golpe que éstos producen con mil capas de sobre-explicación es tener miedo a la cruda realidad de lo que se cuenta. Además, explicar la realidad es, por definición, distorsionarla. Sospecho de los escritores que necesitan demasiada floritura estilística para hacernos llegar una información. Prefiero los que muestran y no explican, porque saben explotar el misterio de lo aparentemente simple. Confían también en la inteligencia del lector.

Esta vez el importe es de 32, 30 euros, indica. Sonia traga saliva. / pág. 39

Sara Mesa trata a sus lectores con el debido respeto, contando la historia y no explicándola. No se encuentra tono condescendiente o pedagógico en apenas doscientas páginas que componen esta novela. Deja que los hechos se amontonen unos sobre otros, adquiriendo peso poco a poco. Es irresistible la analogía con los paquetes enviados por Knut, cada vez más pesados y voluminosos. La estructura discontinua de la historia se presta a la acumulación. Al lector no le importa la vida de los protagonistas por separado, sino la paralela, la que comparten en secreto, que se expande como un gas tóxico y arrasa con la otra, que es la que podríamos llamar "de verdad", al menos hasta que deja de existir.

Sonia escruta la foto, la amplía hasta que los píxeles dejan de representar un rostro humano. / pág. 115

Este juego entre lo real y lo insustancial es central en la historia. Se podría pensar, erróneamente a mi parecer, que la historia de "Cicatriz" no es más que otra reflexión "Blackmirroriana" sobre la era tecnológica. Pero lo digital no es en realidad más que un mero instrumento aquí, muy útil para crear la división entre lo que existe y lo que no, pero irrelevante en cuanto a la relación de Knut y Sonia. Internet no es más que un decorado, como la oficina de Sonia o la ciudad ficticia de Cárdenas. Son escenarios vaporosos que apenas distraen al lector del agujero negro que crece en el centro del escenario y que engullirá el teatro mismo.  "Cicatriz" es la anatomía de una relación tóxica salpimentada con dosis de machismo cosificador. Lo verdaderamente interesante, sin embargo, es que el machismo y la toxicidad, valga la redundancia, están subordinados aquí a lo que realmente constituye el epicentro de la narración: la fragilidad humana. Lo demás es prescindible. Irreal.

Admito que "Cicatriz" crece una vez se termina. Piensas que no te ha gustado tanto, pero sólo hasta que te das cuenta de que Knut y Sonia viven contigo, en tu cabeza. Los ves en ti mismo y a tu alrededor, en las inseguridades, las vanidades y las toxicidades que conforman nuestra frágil e inestable condición humana. Irene se leyó el libro antes que yo y, aunque es normalmente un hueso más duro de roer, estoy seguro de que está de acuerdo conmigo. De no ser así, no seguiríamos hablando de Knut. Sólo por eso, por la discusión con otros y con uno mismo, merece la pena leerlo.







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