domingo, 5 de noviembre de 2017

Suspenso en suspensión

El aire es oscuro aquí arriba, denso en los pulmones, fuego en la laringe. Tengo una vista privilegiada desde mi caída eterna y la disfruto como un buen cigarro, veneno y éxtasis en una calada eterna. Me pregunto qué pasaría si todo fuera siempre tan precioso como lo es hoy. Me acabaría cansando, o aún peor, acabaría odiándome a mí mismo. La belleza tiene doble filo y a mí siempre me atacan los dos al mismo tiempo, directo a la arteria. Me desangro de alegría y hastío, regando los campos con mi empacho vital para que crezcan los frutos amargos de un árbol paciente hasta la idiotez. 

Caigo por inercia, empujado por la gravedad de un asunto que no me convence, pero que escuece igual. Mi peso es mi peor enemigo y el aire un pobre aliado, pues poco puede hacer más allá de friccionar y desgarrar mis vestiduras con sus mordidas. Las alertas rojas pasaron a ruido de fondo hace tiempo. Ahora adornan mi silueta formando un aura incandescente: un Sputnik que orbita en vertical no sirve para ninguna misión. Cuanto más cerca de la base, más se pierde su señal. Está condenado a dejar de transmitir, pero disfrutó la caída.



No hay comentarios:

Publicar un comentario