lunes, 20 de enero de 2020

En círculos

Somos una circunvalación sin salidas, una moqueta de alquitrán y hierros. Antinatural, porque no es caos. Somos orden y el orden es, en esencia, un desafío a la naturaleza. Gaudí se obsesionó con borrar los límites entre lo natural y lo humano, pero me pregunto si su obsesión radicaba en la creencia de que estos eran lo mismo o si, por el contrario, su intento respondía más bien a la comprensión de que están estos dos inevitablemente contrapuestos,  y que por lo tanto sólo pueden unirse como si de un mosaico de trencadís se tratara, juntando con masilla pedazos desiguales de azulejos para crear un efecto mágico, aunque poco duradero - lo que tarda un vistazo - de homogeneidad. 

Yo caigo en el saco de los segundos, y por ello reivindico un uso del calificativo de "antinatural" libre por fin de connotaciones negativas, que huelen a incienso y a pergamino. Es una cuestión de principios, pues no puedo rechazar esta categoría cuando el mismo suelo que piso pertenece a ella. El trencadís es un mapa y sobre mapas caminamos. Ambos responden al mismo capricho de las manos que los trazan y los pegan y fuerzan sus piezas unas con otras. ¿Qué es el arte sino juntar cosas con pegamentos perecederos y materiales reciclados? La literatura es eso: juntar tinta ya escrita de otra manera. Los mapas son literatura y sobre ella caminamos. Lo antinatural es el sustrato de nuestra existencia. Antinaturales pues, por debajo.

Pero antinaturales, también, por arriba. Porque para rechazar lo inventado - o mejor, lo construido - por abajo, no nos queda otra que elevarnos y recurrir a lo construido por arriba. El término elevar lo uso de un modo descriptivo y no moral. No hay moral en la ficción porque no responde ésta a ninguna norma del mundo. Está fuera de él y por eso nos permite describirlo como queramos. Las ideas son ficciones que encajamos como trozos de colores también. Platón decía que nos son dadas. No se puede inventar nada, sólo unir lo inventado de manera diferente. Nuestra historia es un jugar con piezas de lego infinito. Pero no creamos, eso no. Nuestro complejo de mortales crece como una enredadera de la semilla que es nuestra incapacidad de crear. Esa incapacidad nos aburre y el aburrimiento de lo ya vivido nos envenena por dentro. Antinaturales por arriba también, a nuestro pesar. 

Me dirás que arriba y abajo son en realidad lo mismo y no puedo decir que no. Se unen sus puntas para crear la circunvalación sin salidas - ya desde su construcción se sabía que no harían falta - que rodea la naturaleza. Transitamos por ahí. Vivimos y morimos en el alquitrán suspendido encima del caos, asomándonos de vez en cuando con timidez por encima de los quitamiedos, como el niño que mete los dedos de los pies en la piscina y no se atreve a tirarse. Conversamos entre nosotros y comentamos lo bien que estaría bajar algún día, hacer una escapadita de un fin de semana quizás. Nos permitimos el lujo de retarnos porque en el fondo sabemos que nunca ocurrirá. No pertenecemos nosotros ahí abajo. Se desvanecería todo ante nuestros ojos construidos, pues no hablan estos el lenguaje de lo inasible. Solo en lo construido podemos dormir tranquilos, porque somos construcciones nosotros mismos. Trencadís andante. Antinaturales por arriba y por debajo.

Yo creo que un día la naturaleza se desbordará y se comerá todo lo humano que osa desafiarla. Gaudí sonreirá en su tumba o llorará, no lo sé porque no conozco al buen hombre. 





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