lunes, 13 de enero de 2020

Berta Isla

Adopta un personaje de Javier Marías. Dale la vida que se merece.

Autoritario más que autor, su idea de creación es la del dios castigador del Antiguo Testamento. Me compadezco de sus personajes, figuras de papel cuya única razón de ser es la de vivir arrastrados por las violentas ráfagas de viento que son sus deseos narrativos. Son igual de planos que un folio, también. Y que no se me malinterprete. Me ha gustado mucho Berta Isla y creo que es un libro lleno de momentos magníficos. Aún sin haber leído mucho de su obra - y lo que es más, sin haber leído sus mejores libros -, empiezo a reconocer y disfrutar la marca Marías en cada digresión filosófica, reflexión moral y referencia Shakesperiana. Es un autor maduro con una voz propia al abrigo de la cual me apetece volver una y otra vez, pese a que a veces pueda ser un poco cansino.

Pero si vuelvo - y digo ya que ese "si" condicional tiene más de afirmación que de posibilidad -, no será por sus historias. Desde luego no por la historia de Berta Isla, porque si bien es verdad que he disfrutado, a ratos he tenido también la sensación de que el matrimonio de paja que protagoniza supuestamente su historia no es más que un decorado de fondo en un escenario con Javier Marías en el centro, soltándonos la perorata de turno sobre el concepto de verdad, la idea de fidelidad, los poderes oscuros que pueblan las cloacas del mundo, la construcción inevitable de la identidad a través de nuestros errores... lo que calificaríamos como temas ligeritos, en definitiva.

Muy interesante, ojo. Tremendamente interesante. No puedo más que disfrutar de las idas y venidas de una mente de lucidez extraordinaria, capaz de captar las verdades más profundas e incómodas de nuestra existencia con un lenguaje certero y directo, que evita lo pomposo sin dejar de ser intimista. El problema, o al menos mi problema, es que no dejo de ver su silueta a través de cada parrafada, como si no pudiera resistir la tentación de aparecer en sus historias. Javier Marías vive en un cameo constante. Sus historias son excusas para hacer columnas interminables. Su tono es también de columnista de domingo, lanzando frases como si fueran verdades absolutas y sentando cátedra en cada oportunidad que se le presenta. Como narrador, le cuesta bajarse del estrado. Como profesor de la vida, no le interesa entrar en diálogo recíproco con aquellos que considera sus alumnos, no siendo éstos en realidad más que lectores. 

Durante un tiempo no estuvo segura de si su marido era su marido/ p.1

Yo durante un tiempo no he sabido si esto es una novela o un ensayo filosófico en el que se han caído por accidente unos cuantos personajes de ficción, como anacardos que aparecen en una bolsa de pipas por sorpresa. Y sin embargo, se disfruta y mucho Berta Isla. Supongo que dice mucho de Javier Marías, que pese a sus defectos no pueda dejar de considerarlo uno de los mejores escritores que me he echado a los ojos. 



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